Samuel Mariño nació en Caracas, Venezuela, en 1993. Tiene apenas 30 años, pero ya se convirtió en una de las figuras más singulares de la ópera actual. Con su voz natural de soprano, un registro raro en hombres, conquistó los principales escenarios del mundo, mientras que con su estética queer busca derribar prejuicios. “Amo la música y para que no muera hay que incorporar toda la diversidad”, expresó.
En este sentido, recordó su adolescencia marcada por las burlas. “En el colegio me hacían mucho bullying por cómo hablaba y cómo me expresaba”, contó en una entrevista con el sitio especializado Ópera actual. Sin embargo, destacó que esa es una etapa superada y que ahora busca transmitir un mensaje de aceptación: “Hoy soy alguien que quiere esparcir la palabra de libertad, de liberación, de confianza, de aceptación de uno mismo”.
Mariño es un sopranista, un cantante masculino que puede alcanzar las notas más agudas, propias de una soprano. Este talento poco común le permite interpretar papeles escritos para castrati y sopranos en la ópera barroca. “Es una suerte, pero también un arma de doble filo”, comentó, en referencia a la amplia variedad de repertorio que tiene a su disposición, aunque remarcó la importancia de no forzar su voz. “La técnica es crucial”, señaló.
Mariño, quien vive en Berlín hace varios años, ya se presentó en los principales teatros de Europa. Además, lanzó dos discos en los que abordó un repertorio de compositores barrocos como Haendel y Gluck “porque tenía que establecer la carrera en ese mundo” de la ópera y porque le gusta “lo teatral”, según explicó en declaraciones al Diario de Sevilla.
Tras haber obtenido la aceptación del público, el cantante adelantó que su próximo proyecto discográfico será más personal: “Quiero que el tercer disco sea más sobre quién soy. Ya le mostré al público que puedo cantar Barroco y Mozart, ahora quiero mostrar mi personalidad”.
Según Samuel, la ópera y su carrera representan un espacio para desafiar los prejuicios: “Quiero transmitir la libertad de expresarse como cada uno quiera”. Y agregó: “Mi voz es rebelde, como mi personalidad”.
El cantante venezolano construyó su identidad artística sobre la base de la autenticidad. “Hoy soy alguien que quiere esparcir la palabra de libertad, de confianza y de aceptación de uno mismo”, dijo Mariño, quien recordó que su adolescencia no fue fácil y que sufrió “mucho bullying por como hablaba” y se expresaba.
Ahora, esas características personales se convirtieron en una fortaleza y una responsabilidad, ya que aportan diversidad al ambiente musical. “Tengo esta voz, no solo cantada, sino también hablada. Y siento que tengo un compromiso como cantante de ópera, venezolano y de clase media, es una responsabilidad alta”, consideró.
La música y la estética como espacio de expresión
Mariño no se limita a la ópera, también busca empujar los límites estéticos y performativos. Su espíritu provocativo y defensor de la diversidad se refleja en sus recitales, a los que define como espacios de libertad. “He crecido con Britney Spears, Beyoncé y Lady Gaga, y me gusta ese tipo de show. ¿Por qué tengo que hacer un concierto vestido con traje negro?”, reflexionó.
Samuel remarcó que, hasta su llegada, en la ópera “no había ninguna representación de lo queer, de la disidencia sexual”, y que por eso mismo tiene la responsabilidad de “abrir espacio para las personas que se sienten diferentes, sean de la manera que quieran ser”. “Quiero inspirar al público a sentirse libre y mostrar cómo yo me siento libre cantando”, concluyó.
LA NACION