Hernán Vanoli: La ideología es una sinfonía de emociones

Las emociones también tienen su época. Y la nuestra, dice Hernán Vanoli, está atravesada por una sensación difusa pero omnipresente: una ansiedad digital que convierte todo en urgencia, saturación informativa y un persistente miedo a perder el control. En un país con un calendario electoral casi ininterrumpido, esta «tecnoansiedad» se ha transformado en un verdadero estado de ánimo político, donde la información ya no organiza el pensamiento, sino que lo desborda hasta la parálisis.

Vanoli sostiene que la política argentina ha extraviado su brújula emocional: no logra canalizar ni la angustia creciente ni la bronca acumulada, y ese vacío abre las puertas a expresiones políticas cada vez más crudas, virales y agresivas.

Frente a este panorama, en diálogo con Perfil Córdoba, advierte que el simple diagnóstico resulta insuficiente: se requiere una nueva sensibilidad que deje de considerar lo emocional como opuesto a lo racional. “No se trata de gritar más fuerte, sino de entender por qué ya nadie quiere escuchar», dice el sociólogo, escritor y director de la consultora Sentimientos Públicos.

Esta entrevista ha sido editada por claridad y extensión.

–Desde Sentimientos Públicos vienen analizando de cerca el ánimo social. ¿Qué características distintivas tiene el clima afectivo argentino actual? ¿Hay alguna emoción predominante que funcione como “fuerza gravitatoria” del comportamiento político?
–La principal emoción es un tipo de incertidumbre que combina ansiedad, algo de furia y mucho de impotencia. Desde la pandemia podría decirte que esta es la tesitura. Las personas desarrollan diferentes estrategias ante este paisaje, pero no resulta fácil ni agradable para nadie. La ansiedad no solo tiene un origen económico, sino también tecnológico. Existe cada vez más una importante tecnoansiedad, que atraviesa a todos los segmentos de edad, pero con un significado diferente en cada uno de ellos. La furia se concentra, por lo general, en las antiguas instituciones. El Poder Judicial es una de las instituciones más degradadas, que más sentimientos negativos genera. Existe la idea de que muchos pactos están rotos en la sociedad. Eso produce un repliegue en lo personal y en el paisaje protector que van construyendo los individuos. El Poder Judicial es un enemigo, es la frontera de ese paisaje protector.

–¿Qué narrativas emocionales observás que están logrando mayor pregnancia? ¿Siguen siendo eficaces los discursos de miedo y bronca o hay lugar para otras formas de interpelación, como la esperanza o el cuidado?

–No creo que haya una cuestión de que determinados discursos son eficaces, como si las personas fueran un cardumen que atraviesa cierto estado de ánimo y “pican” ante determinados discursos. Creo que hay un estado de ánimo colectivo que generan ciertos voceros de ciertos malestares. La sociedad argentina construye genuinamente a sus voceros, a sus políticos, a sus famosos, a sus expresiones culturales. ¿La sociedad tiene miedo y bronca? Probablemente sí. Pero antes que eso reclama cierta sinceridad y está harta de instituciones que no responden. Ese hartazgo produce discursos de bronca, pero podría producir otro tipo de discursos.

Cuando decimos esperanza o cuidado, hay que ser prudentes. ¿Cuál sería el motivo de esperanza en un mundo incierto y cada vez más fuera de quicio, con una economía inestable, un panorama global impredecible, una corporación política en declive, etc.? Lo mismo sucede con el cuidado. ¿Quién vendría a ejercer el “cuidado”? ¿Las instituciones que no funcionan y contribuyen a la ansiedad social? ¿El Estado como herramienta de los políticos? La sociedad argentina es muy sensible, muy inteligente, capta todos los mensajes y no cree en nadie ni quiere a casi nadie.

–¿Creés que el “voto emocional” desplazó al voto ideológico o racional? ¿Es una categoría útil o corre el riesgo de simplificar una dinámica compleja?
El voto racional puede haber existido en una época de sociedades racionales. Esto ya no es así. Con respecto al voto ideológico y emocional, para mí son lo mismo. La ideología no es un corpus de ideas sino una sinfonía de emociones. La ideología pensada en términos políticos es percibida por las personas comunes como una coartada facciosa. Existe el sentido común, y diferentes formas de ordenarlo en proyectos de producción de vida. Entonces el voto está siempre situado, y es siempre ideológico-emocional.

Nuestro trabajo consiste muchas veces en indagar qué es lo que está definiendo una votación para diferentes grupos de personas. Por ejemplo las elecciones porteñas: para la mayoría son una situación artificial, que no les cambia absolutamente nada, algo que preferirían no hacer. Pero obligados a votar, las decodifican de diferentes maneras. Algunos eligen expresar su apoyo o su repudio a proyectos políticos nacionales. Otros utilizan las elecciones para expresar un malestar con determinadas situaciones, como por ejemplo la ruptura del PRO. Muchos votan candidatos que no les gustan, pero son vehículos para castigar a quienes consideran responsables de determinadas situaciones. Van a ser una especie de sesión de descarga de emociones políticas contenidas.

¿Pastillas para calmarlo todo? El malestar bajo receta

–¿Qué rol juegan las redes sociales, los algoritmos y los formatos breves en la amplificación de ciertas emociones por sobre otras?
Un rol fundamental. Hoy se siente al ritmo de los formatos breves que proponen las redes sociales. Se habló mucho sobre la indignación, y eso es cierto, hay redes sociales como X que se basan principalmente en la indignación. Pero no es la única emoción. Existe también la envidia, la admiración, el deseo y el morbo, una emoción de la que se habla poco y es preponderante. Cada uso de cada red social tiene su emoción. En algunas se vomita, en otras se es un voyeur, en otras se actúan ciertos deseos. Cada persona tiene una teoría silvestre sobre las redes sociales, y eso es fascinante.

–¿Cómo se redefine el trabajo de las consultoras frente a este escenario más afectivo, fragmentado y digitalizado? ¿Qué desafíos metodológicos enfrentan quienes buscan interpretar el pulso social?

–Hay un primer desafío que es metodológico: cada vez más, recurrimos a la búsqueda de casos incidenciales, preguntando en la vía pública, porque los métodos de recolección clásicos no llegan a determinados tipos de personas. Este no es el método principal, que sigue siendo online, pero es un complemento cada vez más necesario.

El principal desafío, como en todos los ámbitos, es la imaginación. Una época tan acelerada como la actual requiere nuevas metodologías, y nuevas metodologías requieren un nuevo lenguaje. Entonces hay cada vez más distancia entre las necesidades de los clientes, que muchas veces son inmediatas, y las formas de construir conocimiento sobre un mundo atomizado y cambiante.

En Sentimientos Públicos estamos desarrollando una nueva división de etnografías híbridas, que puedan seguir el camino desde lo digital a lo territorial, pero también el retorno de lo reprimido en lo territorial que se expresa en lo digital. Y siempre creímos que lo que nos distingue es nuestra forma de preguntar, un poco heterodoxa para los parámetros de la industria encuestológica, que abusa del empirismo abstracto.

–Finalmente, si bien entiendo que tu trabajo tiene alcance nacional, ¿te parece que Córdoba —por su historia política, su perfil electoral o su cultura cívica— expresa alguna particularidad dentro de este mapa emocional?
–Creo que Córdoba es un balance del Gran Buenos Aires. Se construye casi en sus antípodas. Son dos versiones del federalismo, pero también de cierto unitarismo provincial. Cada una tiene un perfil recortado donde chocan en cuestiones fundamentales, como el tipo de perfil productivo, el tipo de dirigencia política, el tipo de relación con el sistema educativo y principalmente con lo que significa emprender.

Córdoba es la más porteña de las provincias, en el sentido de que suele pensarse como isla, pero una isla muy activa cívicamente. Sus mecanismos de defensa ante lo que los cordobeses perciben como ciertos vicios del gobierno central también son notables. Entonces, sin ser un experto ni mucho menos, te diría que Córdoba es interesante no por la orientación partidaria de su electorado, sino por las mezclas singulares que genera.

Mints, climas y diagnósticos: cómo se miden las emociones públicas

La consultora Sentimientos Públicos, dirigida por Hernán Vanoli, produce diagnósticos sobre el clima afectivo de la sociedad argentina. A través de informes breves llamados Mints (una especie de cápsulas de análisis cultural y emocional), combinan encuestas, escucha cualitativa y análisis de discurso para capturar lo que la gente no solo piensa, si no siente.

Cada Mint condensa una hipótesis emocional del presente, sin pretensión de totalidad pero con capacidad de lectura. En un contexto donde la política parece no encontrar el tono, medir lo que se siente puede ser más revelador que cualquier encuesta de intención de voto.

Lo que pasó

Daniela Alonso – Ansiedad política y climas afectivos: Cómo la ansiedad se convirtió en emoción estructural del voto y por qué la bronca se organiza en torno a identidades negativas. Leer la primera entrega.

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