El objetivo principal del gobierno de Javier Milei es terminar con la inflación. Su gestión será evaluada casi exclusivamente por ello, primero en las elecciones legislativas del año que viene, y luego en las presidenciales de 2027. Los ejemplos de Mauricio Macri y Alberto Fernández, más allá de sus desempeños en otras áreas, muestran que los fracasos en el control de los precios se traducen en un aumento de la pobreza que la sociedad rechaza. Lo mismo incluso le pasó a Cristina Kirchner que directamente terminó su mandato adulterando las estadísticas.
Luego de una baja abrupta de la inflación en la primer parte del año, seguida da de un amesetamiento entre mayo y julio, el Gobierno apuesta a que en agosto el índice baje de 4%. El ministro de Economía, Luis Caputo, fue más allá y ayer habló de que los precios de productos como autos y alimentos en septiembre desciendan como consecuencia de la eliminación del impuesto PAIS a partir del lunes.
Sin embargo el riesgo país sigue merodeando la zona de los 1.500 puntos básicos. Pese a que ayer perforó esa barrera y el Banco Central acumula US$ 618 millones de dólares comprados en agosto, el índice sigue lejos de los 1.174 que había tocado en abril. Hoy se encuentra en el mismo nivel que hace dos meses cuando Caputo y Santiago Bausili, presidente del Banco Central, anunciaron la fase II del programa monetario y cambiario de emisión cero y que consistió, básicamente, en cambiar la tenencia de la deuda de manos del Banco Central al Tesoro y la intervención en los mercados de tipos de cambio financieros.
En el equipo económico se preguntan e interpelan al mercado cómo puede ser que no haya caído más el riesgo país si la Argentina de Milei es un país distinto al de diciembre, depositando en el centro del altar la austeridad fiscal como ofrenda y con la palabra del Presidente que lo sostendrá.
Pero la desconfianza persiste.
En primer lugar, porque el trabajo de la técnica económica para nivelar el terreno de las distorsiones de precios no terminó. Falta. En septiembre volverían los aumentos de tarifas según evalúa Economía.
En segundo lugar, un economista de renombre cree que los instrumentos clásicos de la política económica para encarrilar desequilibrios tarde o temprano enfrentan límites. “Hasta que no se consolide una oposición a Milei de centro, fiscalmente conservadora, los inversores le van a tener miedo al péndulo”. O sea, la etiqueta de degenerados fiscales sobre la oposición le juega en contra al Gobierno.
¿Acaso para obtener buenos resultados en economía basta con explicitar la hoja de ruta en un power point o dar también previsibilidad de reglas de juego que superen horizontes de mandatos presidenciales?
Por último, en un trabajo reciente, Pablo Gerchunoff admite que efectivamente “la Argentina está experimentando una caída de la tasa de inflación” pero advierte que un plan de estabilización es “el padre de una moneda creíble” y que sin ella se acentúa el riesgo de que una parte de la economía se convierta en enclave de bajo valor agregado. Emmanuel Alvarez Agis habla de “una bala de plata negra”: los dólares del blanqueo de capitales y del régimen especial de bienes personales buscarán que la inflación de abajo de 2% a principios de 2025 para maximizar un bajo traslado a precios de una devaluación y unificación cambiaria. Con semejantes apuestas, las dudas aún siguen.