Javier Milei y la coalición del dólar bajo: la apuesta a un viejo consenso con las clases media y populares

El historiador Pablo Gerchunoff dice en sus clases: “Se podría decir que Argentina tiene dos consensos que se acercan a la unanimidad: el tipo de cambio bajo y Malvinas”.

Tomando el primero, y traduciéndolo a la figura del dólar bajo o atrasado, no resulta aventurado pensar, a esta altura, que el gobierno de Javier Milei moldeó los primeros contornos de su política económica bajo ese consenso. Podría añadirse, incluso, que los primeros trazos han sido la respuesta a lo que el propio Gerchunoff llama ‘la coalición del dólar bajo’, esto es, una protección a aquellos sectores de la clase media y populares beneficiados por un salario en dólares que se recupera levemente o, al menos, no fue más lastimado que si se hubiera dolarizado.

La discusión de los economistas hoy en día se centra en el cepo y en cuándo salir. La mayoría pide removerlo cuanto antes porque, de lo contrario, la actividad no rebotará vislumbrando una luz al fondo del túnel que no es la de la esperanza sino la de un tren que viene de frente: el atraso cambiario y un nuevo salto del dólar.

Del lado de enfrente, por ejemplo, el economista Ricardo Arriazu dijo la semana pasada que si sucediera algo así -otra suba del dólar-, “una calesita” terminaría poniéndose en marcha, haciendo una alegoría a otra alza de precios y salarios para llevar la inflación al 10% mensual y la pobreza más de 55%.

Cerca de Milei creen que dar un paso así significaría dañar esa respuesta a la coalición de los sectores medios y populares. No solo porque el poder adquisitivo de las personas se vería afectado sino porque el resultado logrado (la baja de la inflación) tras el esfuerzo aunado (pasar el ajuste) se echaría a perder en pos de aquello que los economistas llaman la aritmética macroeconómica y la sostenibilidad de la deuda para acumular más reservas.

Pero como dice el analista político Ignacio Labaqui, tras las medidas del Gobierno en las últimas semanas y luego de que el dólar llegara a $ 1.500 “está claro que la mirada del Gobierno está puesta más en la opinión pública que en el mercado”.

Quizá por sea por esto mismo que el mercado y los economistas siguen sin verla. Porque como dice Labaqui, el Gobierno tampoco los prioriza. El correlato de este desencuentro contraintuitivo entre LLA y el mercado lo expresó de manera franca y directa, como siempre, el economista Roberto Frenkel en un Zoom con colegas, días atrás. El problema de la Argentina es que no se sabe cuánto valdrá el dólar mañana y cuando no sabés cuánto valdrá, no sabés cómo vas a financiar la deuda y con la prima de riesgo país en 1.600 puntos. Con la macro mal no se puede hacer el RIGI, ni el LNG ni explotar el litio. Nadie te financia porque nadie arriesga capital con una macro así”.

Como dijo un economista hace poco tras una reunión con fondos de inversión: “Cuando escuchan hablar de la Argentina se corta el aire en la sala”.

La mirada del Gobierno, efectivamente, como dicen Gerchunoff y Labaqui, pareciera en definitiva no desatender los otros frentes. Avanzó en la corrección inicial del dólar, el ajuste fiscal y en pasar leyes en el Congreso. Pero sin arriesgar su respuesta a la coalición del dólar barato, como dice Gerchunoff. Y según Nadín Argañaraz, economista del IARAF, el gasto en AUH y programas sociales en el primer semestre aumentó 16% descontando la inflación. Y de acuerdo al economista Francisco Ritorto, de ACM, desde el salto cambiario hay un aumento en dólares de los salarios de 35% con el tipo de cambio oficial y 50% con los paralelos.

¿Y entonces?

Que Milei (¿y Santiago Caputo?) sospechan del costo que puede significar una reinflación producto de abrir el cepo. Sería darle la razón a la oposición de que el esfuerzo hecho ha sido en vano. Aún cuando le echen la culpa a Sergio Massa, el Banco Macro y Rodrigo Valdés (la semana pasada no acompañó a la misión que pasó por Buenos Aires integrada por Luis Cubbedu y Ashvin Ahuja y que se reunieron con funcionarios). Pero además no saben la dinámica política que desataría una jugada así. Mejor no averiguar, por ahora.

El Gobierno busca desesperadamente, sin embargo, cómo salir del cepo. Su ideal sería hacerlo con una inflación tan baja (Milei dijo casi cero) que el efecto de abandonar esos controles sería casi insignificante e imperceptible para ‘la coalición del dólar barato’.

Para llegar al nirvana de la inflación cero y sin acceso al mercado de capitales, se apuesta a una lógica opuesta a la de Frenkel: primero hacer funcionar el RIGI, luego terminar de ordenar la macro.

Para el ex viceministro de Economía Emmanuel Alvarez Agis “el programa del Gobierno parece apuntar a construir un puente con el ingreso de fondos provenientes del blanqueo, que le permita llegar a una negociación con el FMI, contando con el visto bueno del Tesoro de EEUU bajo la conducción de Trump. Esto podría tener lugar hacia finales del 1er trimestre de 2025”. Y agrega que “comienza a quedar claro que el Gobierno está encaminado en una secuencia de difícil, aunque no imposible. Primera etapa, utilizar el superávit fiscal, la baja de tasa y la demanda de dólar paralelo para eliminar el exceso de pesos heredado. Segunda, consolidar un proceso de baja de inflación “cueste lo que cueste”, incluso atrasando el tipo de cambio y las tarifas. Tercera, apostar a que el proceso de desinflación y un cambio en el signo político en EE.UU. permita un acuerdo con el FMI con plata fresca que permita una unificación cambiaria y flexibilización del control de cambios. Para Sebastián Menescaldi, economista de EcoGo, si este puente es atravesado se podría consolidar la apreciación del peso y la desinflación en torno al 3% mensual para el próximo trimestre. El camino es estrecho. “Que esten subiendo los salarios en dólares no significa necesariamente que hay más poder de compra”, explica Ritorto.

El economista Fernando Navajas, en una reciente columna en el El Economista, bautizó al modelo de Milei de “pro-inversión” aunque advierte que sostener niveles altos (N.E.: de inversión) choca con el actual ratio de salarios. “El problema grave es que a diferencia de los 90 hoy el salario formal promedio no está muy lejos de la canasta básica de la pobreza lo que pone límites a la idea de que con otra devaluación fuerte se arregla fácil”.

El dólar atrasado es un consenso en Argentina como dice Gerchunoff , uno al que muchos gobiernos han recurrido para estabilizar. Y al que Milei también apuesta.

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