Todos los ojos se posaron sobre si el Banco Central vendía dólares o cortaba su hemorragia de reservas. Pero pocos repararon que, tal vez, la mayor alegría para el gobierno estuvo en otro dato: la cantidad de pesos que se ganó en el mercado de futuros por la caída en la cotización de los contratos.
Tras el desplome en las expectativas devaluatorias -lo que se reflejó en caídas de más de 5% para casi todas las posiciones-, el Central embolsará unos $700.000 millones, equivalente a unos u$s500 millones. En el mercado afirman que es la mayor ganancia diaria del BCRA -o, dicho de otra forma, la peor pérdida de los que habían comprado el «seguro contra devaluación» desde que funciona el mercado Rofex -hoy con el nombre A3-.
El número impacta no sólo por lo grande, sino que además le cae como una bendición a Toto Caputo en este momento del debate económico, porque los críticos del gobierno le echan en cara que la supresión de retenciones al agro tendrá un costo fiscal aproximado de $1,8 billones. Es decir, lo que se ahorró el Central por efecto del cambio de expectativas es casi la mitad de lo que se perderá por la medida para el agro, lo cual refuerza el argumento del lado gubernamental.
Para ponerlo en el léxico de Milei, fue una jornada en que perdieron «los mandriles», que deben pagar aproximadamente $100 por cada dólar de la cobertura que habían tomado. Los contratos de vencimiento más corto -los de fin de septiembre- cayeron $80, lo que representa una caída de $5,41% respecto del cierre del viernes.
La caída más fuerte fue la del contrato a noviembre, que bajó $113,50, lo que supone un retroceso de 7,12%. Fue una jornada en la que anotaron pérdidas los que habían ganado la semana pasada durante la turbulencia
Sacando pesos de la cancha
¿Por qué ocurrió esto? Este lunes, luego de oficializarse la ayuda del Tesoro de Estados Unidos, se disipó el fantasma del default y también de una devaluación inminente. Eso hizo que, sin necesidad de intervención oficial, se desplomara toda la curva de futuros, donde las cotizaciones volvieron a los valores de fin del mes pasado.
En síntesis, el BCRA había dado cobertura a quienes creían que la devaluación era inevitable. En esos contratos, el vendedor -en este caso la entidad presidida por Santiago Bausili– se compromete a pagarle al comprador la diferencia entre el precio del contrato y el tipo de cambio en el momento del vencimiento.
Como Bausili les había vendido contratos por cotizaciones muy altas -por ejemplo, $1.479 para septiembre, $1.545 para octubre, $1.594 para noviembre, $1.640 para diciembre y $1.670 para enero-, el comprador del ese contrato deberá pagarle por la diferencia entre ese valor y el precio real del dólar en cada fecha.
Todo se exlica por el súbito desinfle en la expectativa devaluatoria. Se crean las condiciones para que el BCRA, que habitualmente paga un costo en ese mercado, ahora tenga pesos a su favor. Claro que no son pesos que ahora el Tesoro pueda utilizar para el gasto público, sino que se sacan del mercado.
El festejo oficial es porque ese retiro no ocurrió le sale gratis. Es decir, no tiene que entregar dólares a cambio de esos pesos, como sí le había ocurrido la semana pasada, cuando para «comprar» $1,6 billones tuvo que entregar u$s1.100 millones de las reservas.
De esta manera, se profundiza el principio de «ancla monetaria» que, según argumenta en los medios Federico Furiase, director del BCRA, le restará fuerza a la demanda de dólares porque achicará la liquidez hasta niveles muy bajos en términos históricos.
Por cierto, esa doctrina -que Furiase graficó con la frase «el techo de la banda es creíble porque al vender dólares, sacamos todos los pesos de la cancha»– está lejos de generar consenso. Muchos economistas creen que el gobierno erra al considerar solamente la base monetaria y que subestima el riesgo de que los ahorristas de plazos fijos en pesos cancelen sus depósitos y corran hacia el dólar.
El costo de intervenir
Lo cierto es que la pulseada del BCRA contra los inversores en el mercado de futuros una práctica habitual, sobre todo en momentos de turbulencia. Al intervenir, el Central modera las expectativas de devaluación e incentiva a los inversores a poner su dinero en bonos que se pagan en pesos. Es lo que en la jerga financiera se denomina «hacer tasa sintética»: comprar un bono en pesos y, al mismo tiempo, cubrirse contra el riesgo de devaluación. Para que esa inversión tenga sentido, tiene que ser más alta la tasa que el costo del futuro.
No es habitual que el Central gane en ese mercado: más bien al contrario, suele perder grandes cifras, como le ocurrió en julio pasado, cuando al dispararse el tipo de cambio tuvo que pagar unos $600.000 millones.
Es por eso que suele ser objeto de críticas por parte de quienes ven a las operatorias de futuros como una distorsión del mercado, ya que el BCRA no sólo contiene al dólar cuando está subiendo, sino que además arriesga a tener que pagar grandes sumas si, finalmente, el tipo de cambio supera al del contrato.
De hecho, esa ha sido la tónica de casi todo el año. Pero resulta difícil responder a la pregunta de si el BCRA pagó un costo alto por intervenir en futuro, porque depende de imaginar un escenario contrafáctico: ¿cuál habría sido el costo de que el Central se abstuviera de intervenir? Posiblemente, el dólar se habría disparado en momentos en los que el Central no tenía reservas como para responder ante una corrida, y también se habrían disparado las tasas de interés.
Y también es cierto que mientras la intervención en el mercado de futuros se paga en pesos, las que se hacen en el mercado de divisas -como hacía el Banco Central hasta abril, cuando se levantó el cepo- se pagan con dólar contantes y sonantes, e implican el sacrificio de reservas.
Un recuerdo para Vanoli
Como ocurre cada vez que hay ruido en el mercado de futuros, surge inevitable la comparación con lo ocurrido en el final del gobierno de Cristina Kirchner, y se reedita la polémica respecto de si este tipo de operaciones deberían ser consideradas ilícitas.
Las dudas sobre la legalidad están relacionadas a los juicios que en su momento se realizaron contra la ex presidente, además de Alejandro Vanoli -ex titular del BCRA y Axel Kicillof -ex ministro de economía-. En 2015, y con el cepo cambiario vigente, llegaron a un nivel récord de posturas por u$s17.400 millones para sostener al dólar en $9, cuando en el mercado global la tasa era de $16. Cuando finalmente se devaluó, ya en la gestión macrista, esa intervención del Central implicó un costo de u$s5.400 millones para el Estado.
Aunque finalmente la sentencia dictaminó la inocencia de los imputados, por entender que no se había incurrido en una conducta que deliberadamente dañara el patrimonio del BCRA y que esa intervención en futuros era una decisión que está dentro de las potestades de los funcionarios, igualmente quedó un remanente de rechazo.
En definitiva, no hay nada de ilegal en este tipo de operaciones, aunque sí existe un tope para la intervención, fijado en u$s9.000 millones. Esto implica que Bausili todavía tiene un margen que se estima en unos u$s2.500 millones para hacer posturas en el mercado A3, en el caso de que nuevamente haya un deterioro de expectativas y los inversores vuelvan a querer cubrirse del riesgo devaluatorio.