Brasil frente a la presión de Estados Unidos: desafíos para Argentina

El 9 de julio, Donald Trump decidió aplicar aranceles de 50% a Brasil. La medida despertó repercusiones más allá de los aspectos comerciales. En la justificación estadounidense aparecen en lugar destacado aspectos institucionales y de la política interna de Brasil, a los que se suman críticas a las prácticas proteccionistas perjudiciales para las empresas norteamericanas. El contexto económico llamó la atención: EE.UU. tiene un superávit de comercio con Brasil (casi US$ 6 mil millones) y tradicionalmente ha prevalecido un buen clima de negocios e inversiones entre ambos países. Además del plano político interno, la lectura geopolítica es inevitable: el castigo arancelario aparece como una herramienta de presión para inducir una revisión del posicionamiento de Brasil en el escenario internacional y, en particular, en relación con los Brics y el estrechamiento de las relaciones con China.

Desde la óptica argentina, la pregunta inmediata es: qué efectos puede tener una definición de semejante calibre sobre la economía brasileña y, por derivación, sobre el resto del Mercosur. La conjetura preliminar indicaría que la decisión estadounidense es un shock externo, con impacto negativo en las expectativas de crecimiento y en el acceso al crédito. ¿Qué nos dice la evidencia disponible?

Una información útil es el relevamiento de expectativas económicas del Banco Central de Brasil –Focus–, un equivalente al REM que publica el BCRA. El cuadro abajo reseña los principales indicadores económicos comparando los registros antes y después de la decisión de Trump. Según puede observarse, prácticamente no hay cambios: los mercados no perciben que el contexto macroeconómico brasileño se haya visto alterado por las tensiones geopolíticas.

Son varias las razones que explican este resultado. Brasil es una economía relativamente cerrada. Las exportaciones a EE.UU. representan apenas el 2% de su PBI. Asimismo, Washington confirmó una lista de excepciones que limitan el alcance a menos de la mitad del valor exportado. A su vez, el gobierno brasileño ha encarado gestiones de negociación que, por ahora, encapsulan el daño a ciertos sectores (café, carnes). Un dato favorable es que la respuesta oficial ha descartado una retaliación arancelaria que habría complicado las metas de inflación que persigue el BCB. Brasil cuenta, además, con elevadas reservas internacionales, un déficit de cuenta corriente bajo, lo que le otorga razonable margen de maniobra frente a turbulencias externas. Tampoco depende del financiamiento de organismos multilaterales: accede con relativa facilidad a los mercados internacionales de capital y ha renovado su deuda sin mayores inconvenientes. La opinión pública también juega un papel: según Datafolha, 57% de la población percibe las exigencias de Trump como una intromisión en los asuntos internos del país. Internamente, la medida ha fortalecido al gobierno.

El principal problema económico brasileño sigue siendo doméstico: su elevada deuda en reales, el escaso superávit fiscal y la dificultad de controlar la inflación pese a una política monetaria restrictiva. Todo ello mantiene a la economía en un sendero de bajo crecimiento, más allá de la actual coyuntura y disputa comercial con Estados Unidos. La perspectiva de mediano plazo es incierta. Si la tensión escalara o derivara en nuevas rondas de sanciones, el impacto podría ampliarse. Por ahora predomina la lectura de que se trata de un episodio transitorio con efectos sectoriales.

Para Argentina, la situación ofrece señales de distinto signo. El hecho de que las expectativas de crecimiento brasileña no se hayan deteriorado es positivo: un freno en la economía del socio mayor del Mercosur habría perjudicado a las exportaciones argentinas. Por otro lado, no se prevé que Brasil altere sustancialmente su estrategia comercial, caracterizada por un sesgo proteccionista y una apertura muy gradual, lo cual venía afectando al comercio intrazona.

No obstante, el episodio puede alentar en Brasil la búsqueda de una mayor diversificación de mercados. El objetivo más visible, aunque difícil, es cerrar el acuerdo con la UE. India también aparece como un candidato natural –reforzado por la reciente reunión entre Lula y Narendra Modi–. Asimismo, se podrían reanudar las negociaciones con Corea del Sur u otras economías asiáticas. Si Brasil se inclinara por otorgar mayor prioridad a la negociación de acuerdos extrazona,sería ventajoso para Argentina.

Más allá de las lecturas inmediatas, lo que se evidencia es un “divorcio estratégico” dentro del bloque. Mientras Brasil prevalece una postura cautelosa en materia de apertura, Argentina viene orientando sus esfuerzos hacia una mayor liberalización del comercio, principalmente mediante la eliminación de obstáculos administrativos. La mirada geopolítica de ambos gobiernos se encuentra en las antípodas: Argentina privilegia su relación con EE.UU. mientras Brasil se encuadra en los Brics.

En síntesis, hasta ahora, la medida estadounidense no ha tenido efectos disruptivos sobre la economía brasileña. Pero la combinación de presiones externas y tensiones geopolíticas no constituyen un panorama propicio para el Mercosur y abre muchos interrogantes por resolver. Para Argentina, el reto consiste en leer con precisión estos movimientos y anticipar estrategias que resguarden su inserción en el principal mercado regional, sin perder de vista la necesidad de diversificar destinos y sectores.

*Economista. Investigador IIEP, FCE-UBA.

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