Un lector informado e interesado en el país, pudo haberse descorazonado la semana pasada leyendo un menú de noticias –la mayoría malas– publicadas en los medios. Una de las más notorias, que apareció simultáneamente en las principales portadas y sitios, relataba el último discurso presidencial, donde un Milei desencajado y violento llamaba a la vicepresidenta “bruta traidora”, mientras permitía que la masa de fanáticos que lo escuchaban y aclamaban gritara “¡hija de puta… hija de puta!” para referirse a la segunda ocupante del escalafón del Poder Ejecutivo. Es una noticia, pero no una novedad: la sociedad argentina empieza a acostumbrarse al desequilibrio emocional y la agresividad del que la mayoría eligió para la primera magistratura, sabiendo que esos eran rasgos de su personalidad. El que avisa no es traidor, podría decir el líder libertario.
Otras noticias, publicadas en diversos medios, daban cuenta de las consecuencias no deseadas de una decisión súbita del Gobierno: desarmar un instrumento financiero (las Lefis), utilizado desde el año pasado para regular la cantidad de pesos circulantes, evitando emitir para afrontar obligaciones, lo que neutraliza presiones inflacionarias. Esa determinación, que algunos atribuyeron a la tozudez presidencial, desató una de las patologías crónicas de las finanzas argentinas: la carrera entre el dólar y las tasas de interés, que termina impactando en la economía real, como lo recuerdan los analistas de mercado. Otra vez el conocido subibaja que estresa a la gente: más tasas, menos actividad; menos tasas, dólar más alto e inflación. Derivas de un gobierno que desprecia a los economistas que le señalan errores.
El cierre de listas en Buenos Aires no desentonó. A propósito, PERFIL publicó una nota del analista Eduardo Reina, titulada “La nueva estafa política”, donde se lee: “La política argentina ha alcanzado un nuevo pico de cinismo. Y lo más preocupante no es solo la falta de propuestas serias, sino la estafa que se prepara a la vista de todos, y con nuestra complicidad: candidatos que no representan más que intereses partidarios, listas llenas de nombres testimoniales y un electorado agotado que, tal vez, ya ni se indigne. ¿Lo entiende el pueblo? ¿O volverá a caer en la misma trampa disfrazada de democracia?”. Cabe agregar que el nuevo partido en el poder no tuvo inconveniente en usar las herramientas de lo que llamó “la casta”, que había prometido aniquilar: trenzas, punteros, rosca, aprietes, dedo. Si el pueblo, o una parte de él, está agotado y no lo entiende, como sugiere Reina, acaso evite caer en la trampa no yendo a votar.
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La semana culminó con otra mala noticia, que acaparó los análisis políticos y mediáticos: las despiadadas internas en los principales partidos, empezando por el oficialismo. En contraste con todo lo anterior, y entre tanto ruido, un artículo publicado en Clarín traía una noticia positiva, vinculada al fenómeno que podría constituir un punto de inflexión en la historia económica argentina. El título es “El futuro de Vaca Muerta en el espejo de la historia, de Arturo Frondizi a un presente desafiante”, cuyo autor es el economista Nicolás Gadano, que escribió una historia del petróleo argentino considerada por ahora insuperable. Lo interesante del artículo son los datos y la interpretación. Como todo análisis empírico de un fenómeno, que para muchos devotos del mito de la riqueza argentina podría significar la salvación, confronta las ilusiones con la realidad. Es optimista, pero cauto.
Gadano hace estimaciones y las coloca en perspectiva histórica, hasta llegar a una conclusión adelantada en el título de su artículo: bajo ciertas condiciones, el espejo de la historia es prometedor, aunque no despeja completamente el presente, que resulta desafiante, un adjetivo de moda que significa: hay que vencer impedimentos y hacer las cosas bien, porque el juego no está servido. La primera estimación es que, debido a Vaca Muerta, la industria de hidrocarburos superará en el corto plazo los máximos históricos de producción, convirtiendo al país en un fuerte exportador en ese rubro, con un significativo aporte de divisas. La segunda estimación es que, con una macroeconomía saneada, desregulación y el RIGI, el proceso debería consolidarse y acelerarse. Bajo condiciones similares, recuerda Gadano, Frondizi y Menem lograron destacados avances.
La eventualidad de un salto de estas características plantea incógnitas, de cuya resolución dependerá el destino del país. Una cuestión a considerar es qué podría ocurrir cuando abunden los dólares en una economía a la que cíclicamente le faltaron. Hace veinte años, Pablo Gerchunoff escribió en un breve paper una frase inolvidable: “Para un hombre de mi generación, la sola sospecha de que los dólares disponibles pueden no ser una restricción al crecimiento revoluciona la mente”. Explicaba que no llegó a esa conjetura de un día para otro, aunque había un estímulo para confirmarla: Argentina atravesaba el boom de la soja. Si nos atenemos a las estimaciones sobre Vaca Muerta, lo que vendría es mucho más que eso. ¿Qué harán las élites políticas y empresariales ante esta nueva riqueza? ¿Se compaginarán las demandas de justicia distributiva con los requisitos del equilibrio macroeconómico, que es un conflicto típico de las sociedades modernas, o Argentina retrocederá, convirtiéndose en una economía de enclave, con una distribución regresiva del ingreso y altos niveles de pobreza?
Para responder a esas cuestiones de mediano plazo faltan, sin embargo, despejar dudas apremiantes. Es sabido que a pesar del RIGI las inversiones son significativamente menores que las que se esperaban. Los inversores están en modo “wait and see”. Ellos, como nuestro lector imaginario, constatan que el balance de noticias no despeja la incertidumbre. Les cuesta confiar, temen trampas, la memoria no ayuda. Recurriendo a una metáfora, podría decirse que, con pocas excepciones, la inversión extranjera directa fue tratada en Argentina como un borracho golpeador trata a su pareja. Con el capital financiero nos vamos de juerga, a la inversión de largo plazo la maltratamos.
¿Se habrá regenerado con Milei el borracho o estará en esas fases de arrepentimiento y promesa de cambio para volver a pegarle en poco tiempo a su víctima? ¿Con el libertario se restablecerán las instituciones, que hacen viable la inversión, o todo deberá pasar por un liderazgo personalista, sometido a extravagancias y odios mal administrados?
Tenemos yacimientos, nos falta crédito moral. Unos meses de abstinencia no compensan años de beodez. Recelos e incógnitas separan todavía a la Argentina del futuro que podría tener si fuera una nación confiable.
*Sociólogo.