El Gobierno proyecta una inflación del 18%, un dólar más apreciado y un rebote del 5% en 2025

Javier Milei rompió de nuevo el protocolo y presentó este domingo el Presupuesto 2025, una tarea que hasta ahora siempre había recaído en los ministros de Economía. En su discurso de 30 minutos, justificó la decisión en que el presupuesto es «radicalmente distinto» a los anteriores y será la hoja de ruta de su gestión para alcanzar el déficit ceroo, bajar la inflación y reactivar la economía.

En ese marco, el Ministerio de Economía proyectó para el año que viene un superávit primario del 1,3% del PBI (antes del pago de intereses de deuda) y un equilibrio financiero sin emisión monetaria ni nuevo endeudamiento, junto con una inflación anual del 18,3%, un dólar de $ 1.207 en diciembre y un rebote del 5% del PBI, dejando atrás la fuerte recesión que todavía sigue afectando a la actividad.

Para este año, se espera que el índice de precios al consumidor (IPC) cierre con una suba del 104,4% y el dólar en $1.019,90. Así, después de cuatro meses con una inflación del 4% mensual, Economía sigue apostando a una convergencia con una variación de precios del 1,2% mensual y una suba del tipo de cambio del 1,7% (por detrás del ritmo actual del 2% mensual), algo que para los economistas resulta «poco realista».

«Si bien deseable, no pareciera que la inflación vaya a ocurrir de esa manera sobre todo con la recomposición de precios relativos que falta y con los aumentos de regulados que están programados», dijo Haroldo Montagú, economista de Vectorial y exviceministro de Economía de Martín Guzmán. «Si la inflación va por debajo del tipo de cambio es una apreciación real insostenible para una argentina a la que ya no entran dólares», explicó.

Luego, en 2025, el ministro espera una suba del 18% del dólar en todo el año, a tono con la inflación prevista, una estimación que choca con las expectativas en el mercado de una salida del cepo con unificación cambiaria y salto del tipo de cambio.

En cuanto al PBI, se prevé terminar el año con una caída del 3,8%, por debajo del 3,5% previsto por el FMI en julio. El organismo proyecta un crecimiento de la economía global del 3,3% en 2025. Y en el plano local, Economía estima que el repunte del 5% del PBI será motorizado principalmente por la industria y el comercio, con subas de 6,2% y 6,7%, respectivamente, mientras el agro avanza 3,5%, luego de la recuperación de la cosecha.

Por el lado de la demanda, el consumo privado y público caerán un 6,3% y 4,8% en 2024, mientras la inversión se desplomará un 22,2% y las exportaciones crecerán 23,2%. Para el año próximo, el consumo privado se incrementará 4,5%, la inversión, 9,9% y las exportaciones, 7,7%. Por el lado de la oferta, las importaciones aumentarán 14,2% en 2025, después de una caída del 19,2% este año.

De esa manera, las exportaciones sumarán US$ 104.000 millones y las importaciones US$ 83.000 millones el año que viene. «El valor exportado de bienes y servicios se proyecta con un aumento de 9,0% y el valor importado con una suba de 13,4% en 2025, resultando en un superávit comercial de USD 20.748 millones en el año», indica el Presupuesto.

Déficit cero y nueva regla

Milei habló en su discurso de ponerle un «cepo al estado» y un «blindaje» del equilibrio fiscal. «Este será el primer año de superávit fiscal sin entrar en default de toda la historia argentina», destacó el Presidente, y advirtió: «Por esto vetamos el proyecto de aumento del gasto público que sancionó este congreso; y por eso vetaremos todos los proyectos que atenten contra el equilibrio fiscal«.

En ese marco, después de registrar un déficit del 4,6% en 2023 y realizar un ajuste de US$ 90.0000 millones este año, según el Presidente, se estima un superávit primario del 1,5% del PBI en 2024. En 2025, la recaudación será de $ 118 billones y el gasto de $ 115 billones, con un excedente primario de $ 1,4 billones (1,3% del PBI) y un resultado financiero levemente superavitario, de $ 190.655 millones.

Por otra parte, el Presupuesto contendrá un «nuevo método» para lograr el déficit cero, algo que ya intentó Fernando de La Rúa mediante el Congreso en 2001.

Según la nueva regla fiscal, el superávit primario deberá equivaler o exceder obligatoriamente al monto de los intereses de deuda a pagar, por lo cual el nivel de gasto estará condicionado por la deuda. Así, si los ingresos si los ingresos son mayores a los estimados, el gasto automático o indexado por inflación (como las jubilaciones) podría aumentar en igual medida, pero el gasto discrecional (como subsidios) se mantendrá congelado.

Si el crecimiento económico es sostenido, se reducirán los impuestos. Y si la economía no crece y los ingresos son menores a los estimados, caerá también el gasto automático y se reducirá el gasto discrecional en la misma proporción. El objetivo es que el sector público absorba eventuales recesiones.

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