He vivido situaciones, verdaderamente muy discriminatorias

Para algunos sigue siendo Catriel, para otros Guevara, eso quiere decir que los personajes que Osvaldo Laport encarnó para la televisión no se olvidan. Ahora, desde hace unos años lo descubrieron los directores de cine, quienes desde las provincias empezaron a convocarlo para darle protagónicos, como Bandido de Luciano Juncos y ahora con muy poca diferencia de semanas estrenará Hombre muerto de Andrés Tambornino y Alejandro Gruz, el 29 y el 12 de septiembre será el turno de El señor de las ballenas de Alex Tossenberger. Hombre muerto se filmó en nuestra provincia de La Rioja y en el elenco están Diego Velázquez, Daniel Valenzuela y Roly Serrano, entre otros intérpretes.

—¿Cuándo filmaste “Hombre muerto” y en qué circunstancias?

—Estábamos en plena pandemia cuando me llamó Andrés (Tambornino) presentándose y diciéndome que me había visto con el pelo largo y barba y que pensó en mí para interpretar a Almeida. Me había dejado así porque íbamos a filmar El señor de las ballenas de Alex Tossenberger. Y ahí me subraya que quiere que me deje ese look para el protagonista. En ese momento se flexibiliza la pandemia, El señor de las ballenas se pospone y aparece la posibilidad de rodar Hombre muerto en La Rioja.

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—Almeida no sólo tiene pelo y barba larga conseguiste otra forma de caminar…

—Creo que soy un trabajador en el arte. Como actor quienes me han observado dicen que soy muy intuitivo. Siempre me han tocado personajes atípicos, con cierta transgresión, disciplinas o culturas diferentes entre sí. Más allá del acierto o no, sé que estoy permanentemente en la búsqueda. Los directores querían ensayar conmigo aquí en Buenos Aires. Fui, pero me sentí limitado, cohibido en un departamento con cuatro paredes cuando el ámbito sería abismalmente diferente. Los personajes de las dos películas (Hombre muerto y El señor de las ballenas) son extremadamente salvajes y naturales. Almeida es genuino dentro de ese paisaje.

—¿Qué significó filmar en las provincias?

—Tener una continuidad laboral. Ojalá que el cine no se caiga, que siga el camino que venía haciendo la industria cinematográfica. Estamos todos muy fragilizados y sensibilizados. Son producciones humildes, no pertenecen al ámbito comercial, están hechas a pulmón. No conocía La Rioja y entablé un vínculo muy fuerte con el pueblo Los colorados, donde hicimos nuestra primera presentación. 

—¿Y el viento zonda?

—Lo padecimos todos. Los técnicos se tuvieron que comprar un tul para envolverse, filmaban con escafandras y estaban encapuchados. Fue muy complejo rodar, pero estaba feliz.

—¿La película propone una lección?

—Deja una gran enseñanza. No es solamente una historia, se cuenta un poco cómo los valores se han perdido. Quiero creer que es mayor la cantidad de gente que todavía bregamos por ellos. Hombre muerto es una metáfora sobre la ambición.

—Con “Bandido” filmaste en Córdoba, para “Hombre muerto” en La Rioja y ¿cómo fue estar en la Península de Valdés con “El señor de las ballenas”?

—Otra aventura, ahí no estaba el viento zonda, pero hacía un frío inolvidable. El director, Alex (Tossenberger) está muy entusiasmado. Todo el tiempo me dice que no voy a creer como quedó la película.  Es una historia también conmovedora, con un personaje de fábula como Almeida de Hombre muerto. Este, Popei, es un cuentacuentos, que subsiste porque consigue sensibilizar a los turistas y al mismo tiempo alertar sobre cómo se deben cuidar a las ballenas. Tiene un mensaje esperanzador, más en estos tiempos de calentamiento global. Fue una experiencia única. Estuvimos un mes rodando y a mí lado tuve a dos inspectores que vigilaban que no tocara a las ballenas. Se filmó en locaciones turísticas, pero el porcentaje más alto se grabó en lo inhóspito, lugares donde la gente no puede llegar, porque está prohibido.

—¿Por qué creés que te llaman los directores de cine?

—A veces me lo pregunto, puede sonar a inseguridad, pero cuando me llama un productor o el director les pregunto: ¿por qué me convocaron? Una vez me dijeron en Italia, cuando estábamos realizando Más allá del horizonte que era un actor que me tiraba a la pileta, con o sin agua. Me invitan a componer personajes atípicos, raros y tal vez podríamos decirles locos. Catriel (Más allá del horizonte) le abrió las puertas a Amador Heredia (Soy gitano) ambos transgresores, que siempre transitaron en el filo de la navaja.

—¿No te llaman desde las plataformas?

—Me parece que tiene que ver con cierto prejuicio. Cuando fui convocado para 100 días para enamorarse compuse a ese abuelo que no podía entender que su nieta quería ser varón. Ahí no hubo ninguna composición más que una honestidad con lo que le pasaba a ese hombre. Pero he vivido situaciones verdaderamente muy discriminatorias. Es la otra cara del éxito, a veces la popularidad es una mala palabra. No las cuento como clavándome puñales, porque tengo el privilegio de que me inviten para hacer este tipo de personajes en el cine. Ya vendrán las plataformas,

—¿Tu popularidad no sólo ayudó a los directores de cine?

—La prensa especializada de cine me dice que están sorprendidos con las escenas que logro. Espero que no lo tomen a mal, pero muchos de esos momentos los hice en las novelas televisivas. La popularidad me dio la oportunidad y el privilegio de relacionarme y comprometerme desde hace veinte años con Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) como embajador de buena voluntad. Si no hubiese sido por mi popularidad no hubiera tenido la posibilidad de visibilizar esta tragedia, relacionada con todos. Refugiados podemos ser todos en cualquier momento. El 24 de septiembre será la V Edición Concierto con los refugiados en el Teatro Gran Rex, participarán Soledad Pastorutti, Juan Carlos Baglietto, Ahyre, Sandra Mihanovich, Richard Coleman, Ariel Ardit, La Charo, Connie Isla, Camilú, Mat Alba, Franco Luciani, Francisco Benítez y Jazmín Laport, mi hija.

—¿Cómo actuaron cuando Jazmín les dijo que quería ser cantante y actriz?

—Somos una familia de trabajadores en el arte, por la resiliencia que tenemos. Ver cómo continuamos, cómo llenamos ese plato de comida, algo tan difícil en nuestro medio. La abrazamos y nos dio mucha alegría acompañarla. Si le decíamos que no, lo iba a ser igual. Mi mujer (Viviana Sáez) la tenía en la panza cuando estaba grabando una novela. Desde niña vivió lo que es un estudio de grabación, las cámaras, las luces, después se crió en los teatros y en los camarines. Descubrí en Jazmín a una cantante que crece, escribe la letra y la música de sus temas. Se produce los trabajos. Ahora está ensayando como actriz, ya que hará dos películas. Le aconsejamos que estudie, que se preparase y lo hizo.

—¿Proyectos teatrales?

—Voy a actuar en una obra de teatro, donde interpretaré a un hombre que quiere ser bailarín clásico, con producción de Gabriel García. Además proyectamos volver con Burlesque Baires Show, que dirigí y estrenamos en el Provincial de Mar del Plata en el 2019. Luego con la pandemia no pudimos presentarla aquí y será el regreso al teatro de Roly Serrano.

—¿Te arrepentís de algo?

—Todo lo contrario. La vida es un constante aprendizaje. A veces, me he arrepentido, por momentos y está relacionado con el estado anímico o lo que me pueda estar sucediendo en ese momento. Pero automáticamente con mi personalidad y mi filosofía de vida trato de despegarme de ese estado confuso. Busco siempre lo positivo en lo negativo y entonces me calmo.

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