Opinión
Como uno más, la estrella francesa se metió de lleno en las elecciones de su país mientras el equipo disputa la Eurocopa. No fue el único.
El racismo está en la base de las delirantes teorías de la extrema derecha. Es una lente que hace que valoremos las vidas de forma distinta, en función del color, el dinero, el origen o cualquier otra característica que percibamos como distinta. Esa presencia del diferente se interpreta demasiado a menudo como una amenaza a la pureza de la patria, de la tribu, de la nación. Es un prejuicio muy poderoso, en el que no está en juego la racionalidad y su contrario sino una cierta metamorfosis de la idea misma de racionalidad, que ya no puede definirse cómodamente frente a su simple negación, sino más bien como un despliegue de fantasías delirantes que provocarían risa sino llevaran por dentro la semilla del odio, la crueldad, el deseo de institucionalizar el sufrimiento humano, la aniquilación de las normas y las garantías de los derechos adquiridos.
De la vida no hay que salirse nunca, y vivir en libertad no significa pensar solo en el estrecho perímetro de nuestros abyectos egoísmos. La ética va de preguntarse como vivir en lo concreto y en lo universal. En la sumisa sugestión del “no te metas” se cincela la sociedad degradada. El modelo viene fabricando ciudadanos en forma de pacientes rebaños de ovejas, y el futbolista de alta gama es la representación exacerbada de este modelo. Es imprescindible deshumanizar al jugador, dejarlo sin conciencia, volverlo sordo, ciego, envasado al vacío. Futbolistas que dejan de “ser” para ser otros, en un acuerdo antinatural con el mercado, donde a cambio del éxito se entrega el silencio.
El mayor ídolo deportivo de Francia y símbolo de la diversidad del país, Kylian Mbappé, decidió no callarse. Entró de lleno en la campaña electoral francesa con un llamamiento a votar “contra los extremos, los que dividen”. A pesar de no mencionar a ningún partido, sus declaraciones fueron dirigidas, en clara alusión, a Reagrupamiento Nacional, el partido de extrema derecha de Marie Le Pen, favorito en las encuestas para ganar las elecciones del próximo 30 de junio y el 7 de julio.
“Creo que estamos en un momento crucial en nuestro país, somos ciudadanos ante todo y no podemos estar desconectados del mundo real. Es una situación inédita y quiero dirigirme sobre todo a los jóvenes que vayan a votar, por esos valores que nos representan”, expresó. Sus compañeros Démbélé y Marcus Thuram ya habían levantado la voz contra el avance de la ultraderecha. El sábado, Thuram, se pronunciaba en contra del partido de Le Pen. Mbappé reforzó la posición de su compatriota: “Hablaba de valores, de diversidad, de tolerancia, de respeto. Por supuesto que estoy con él”. La estrella francesa, que se crió en la pobre “banlieue” parisina de Bondy, admitió que el debate sobre las elecciones se introdujo de lleno en el vestuario de la selección francesa: “Hemos hablado entre nosotros por el mensaje que se podía dar. No hay ninguno al que le dé igual la situación”.
Vivir no significa solo mirar, tocar, olfatear, también entender, desafiar, resistir. Mbappé comprendió que hoy lo que se impone es meter las manos en el estiércol del neofascismo, y enfrentar desde fuera del campo, como un ciudadano más, esa visión desoladora de la vida humana tan propia de la extrema derecha.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979